Todos los líderes tenemos un llamado de Dios, eso es indiscutible. Pero el gran secreto para ser efectivos a ese llamado es descubrir para qué se nos dio el aceite.
No podemos suplir las necesidades de todo el mundo. No podemos complacer a todo el mundo. Y cuando lo intentamos, se nos acaba el aceite y terminamos estresados, quemados, extenuados y con ganas de abandonarlo todo. Una de las principales causas del agotamiento ministerial es justamente la carencia de enfoque, el querer hacerlo todo, transformándonos en “aprendices de todo y maestros de nada”. Los líderes que han padecido del síndrome mesiánico han colapsado antes de cumplir con su misión.
No nos podemos dejar influenciar por las teologías de moda, o por las corrientes ministeriales que surgen a diario. Necesitamos tener una vida de liderazgo con estrategia, con una prioridad definida y enfocada. No podemos ser líderes erráticos o tener corazones distraídos como si sufriéramos de hipo espiritual, saltando de un sitio a otro. Necesitamos definir para qué fuimos llamados y qué ministerio queremos construir...
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