lunes, 25 de octubre de 2010

El poder de la palabra !!!!


¡El poder de una palabra! El pequeño freno que domina el cuerpo pesado y fuerte del caballo. El pequeño timón que hace girar una gran nave en alta mar, aun contra los vientos de una tempestad. La pequeña chispa que enciende un gran bosque. Son las figuras que Santiago usa para impresionarnos con el poder de la lengua y la responsabilidad que tiene la persona que abre la boca para hablar hasta el punto de decirnos que no muchos deben ser maestros porque es tan fácil traicionar el llamamiento de educar y edificar. Estas figuras nos hacen recordar que las palabras de un pintor de casas, Adolfo Hitler, encendieron una guerra mundial y libró una maldad que todavía marca nuestra sociedad. Pero, también recordamos las palabras de un Winston Churchill que fortaleció un país para soportar los bombardeos día y noche y al final, movilizaron muchos países para resistir y vencer el poder militar más fuerte y ambicioso que jamás se había conocido. Santiago 3:1-12 enfatiza los peligros de la palabra y sus efectos negativos cuando nos recuerda que "todos ofendemos muchas veces" y "Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto". Usa expresiones como "la lengua es un fuego, un mundo de maldad", "contamina todo el cuerpo", "inflama la rueda de la creación" y "ella misma es inflamada por el infierno". Nos desanima escuchar las palabras, "ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, lleno de veneno mortal". Pablo también estuvo consciente del impacto negativo de la lengua cuando escribió que el cristiano debe evitar la palabra corrompida; (Ef. 4:29). El vocablo que usó describe una fruta podrida, fea y hedionda. Pablo no habló sólo de expresiones huecas, sino de todo lo que no edifica, expresiones que atacan, humillan, critican, culpan, burlan, desaniman, amenazan, lastiman, engañan; el sarcasmo que hiere, el humor que humilla, lo que causa disensiones o la información que rompe amistades y arruina reputaciones. Nos hace recordar a todos en nuestro pasado, una expresión de un amigo, de un maestro o de nuestros padres que nos lastimó y que nunca hemos olvidado porque marcó hasta el momento nuestra manera de vernos a nosotros mismos.


Si la lengua puede hacer tanto mal, nos da ganas de no abrir la boca jamás. No obstante, Santiago también dice que "con ella bendecimos al Dios y Padre....De una misma boca proceden bendición y maldición". Sí, la maldad sale de la boca, pero también la bondad, el amor y la edificación pueden salir de la boca. Pablo dice que es posible que el cristiano diga palabras que sean "buenas para la necesaria edificación a fin de dar gracia a los oyentes" (Ef. 4:29) palabras de ánimo, estímulo, afirmación, afecto, admiración, agradecimiento, humildad, compromiso, apoyo, entusiasmo; palabras que piden o dan apoyo y consejo, que enseñan, que piden perdón y perdonan, que sanan heridas, que reconocen que cada uno es frágil, que comparten alegrías, sueños y metas. Toda la Biblia testifica del poder positivo de las palabras, llegando a su clímax con las bellas enseñanzas de Cristo que han marcado para bien la civilización humana. Después oímos el testimonio y las predicaciones de los seguidores de Jesús y las enseñanzas de los apóstoles que han impactado y orientado la transformación de millones de vidas por más de veinte siglos. "¿Por qué dije tal cosa?" Todos recordamos algo que dijimos y que tarde o temprano reconocimos como un gran error. ¿Por qué habíamos dicho tal cosa? Jesús contesta esta pregunta: "¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas" (Mateo 12:34-35). La paráfrasis en inglés que llamamos "The Message" ("El Mensaje") dice así, "Es tu corazón, no el diccionario, que da significado a tus palabras. Una persona buena produce actos y palabras buenas año tras año. Una persona mala es una plaga en el huerto de frutales". ¿Por qué critico a las personas en la iglesia? ¿Por qué murmuro sobre pequeñas ofensas y molestias? ¿Por qué disparo palabras con intención de lastimar a los que están más cerca de mí? ¿Por qué informo a varias personas del error o pecado de otro para que pierdan respeto por él? ¿Por qué exagero un poco para ganar el argumento o para que me vean mejor? ¿Por qué cuento lo que alguien me compartió en confianza? La Biblia dice que es porque dentro del corazón del hombre están los deseos de herir, de defenderse a toda costa, de imponer nuestra opinión, de mostrar que somos importantes porque tenemos las noticias. Jesús habló de estos temas en varias ocasiones: "No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto... porque de la abundancia del corazón habla la boca" (Lucas 6:43-45). Culpar la lengua es sólo una figura que nos evita discernir las raíces del problema que son nuestros móviles de egocentrismo, ambiciones, malicia, venganza y soberbia. Intentar apagar la comunicación que daña es como matar algunas pocas cucarachas que salgan a la luz. A menos que fumiguemos la casa, seguirán prosperando y propagándose en los rincones oscuros.


Después del discurso clásico de Santiago sobre la lengua, él habla de la sabiduría porque es la sabiduría interna que influye en el hablar de la persona. Hay dos tipos de sabiduría dice él. Una que produce "celos amargos y contención", la jactancia y la mentira, "perturbación y toda obra perversa". En el vocabulario dramático del hermano de Jesús, él describe esta sabiduría como "terrenal, animal, diabólica". Por otro lado, "la sabiduría de lo alto es primeramente pura [sincera en sus intenciones], después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía". Esta sabiduría viene del cielo, de Dios y de su Palabra, y produce el hablar que motiva, sana las relaciones, levanta las personas, las edifica y las transforma. Lo que está en el corazón hace la diferencia. ¿Cuál es el corazón que buscamos tener? ¿Cómo llegaremos a tenerlo? Un corazón arrepentido. Cada vez que pecamos con la lengua necesitamos darnos cuenta de lo que hemos hecho, examinar los móviles del corazón y confesar esas actitudes al Señor. Si no vemos el egocentrismo y orgullo como una necia ofensa a Dios, seguiremos en lo mismo y no cambiaremos. Un corazón agradecido. Cuando estamos convencidos y agradecidos por todo lo que Dios ha hecho, está haciendo y hará por nosotros, rebosaremos con satisfacción y contentamiento. Crítica y quejas desaparecerán cuando enfocamos las cualidades positivas de las personas y los propósitos de Dios en las circunstancias. Un corazón que conoce el amor de Dios. Cuando seamos "capaces de comprender cuan ancho, cuan largo, que profundo y que alto es el amor de Cristo y conocer este amor que pasa todo entendimiento" nos sentiremos seguros en el deleite de Dios en nosotros. La necesidad de la aprobación de otros disminuirá. Perderemos la tentación de exhibir nuestros logros y exagerar una historia para impresionar a otros. No exaltaremos el ego tratando de ser el centro de la atención. Nos consumirá el deseo de que otros conozcan y experimenten ese amor, en vez de buscar que nos amen. Un corazón que ama a Dios. Al responder al amor de Dios el corazón se llena de adoración y alabanza. "Mi lengua hablará de tu justicia y de tu alabanza todo el día" (Salmo 35:28). Al amarle más nuestros pensamientos y conversaciones se ocupan más de Dios. Contaremos con el apoyo, dirección, provisión y poder de Dios en nuestras experiencias. Nuestras palabras edificarán y animarán a otros. Un corazón que ama a la gente. Obviamente, los pecados de la lengua muestran una falta de amor a otras personas. Si de verdad buscamos el bienestar de los demás, la mayoría de estas faltas desaparecerán. Nunca quisiera dañar la reputación de otro. Perdonaré. "El amor es sufrido, es benigno...el amor no es jactancioso, no se envanece...no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" (1 Corintios 13:4-7). Un corazón humilde. En Salmo 8:13, Dios aborrece la soberbia, la arrogancia y la boca perversa. Salmo 73:8-9 describe la soberbia de los que hablan mal: "Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia; hablan con altanería. Ponen su boca contra el cielo, y su lengua pasea la tierra". En cambio, el cristiano humilde atribuye sus éxitos a Dios, es honesto en cuanto a sus debilidades y fallas. Evita la crítica porque reconoce que es capaz de pecar también. Rinde el control de su corazón y su lengua al control de Dios para que él use al cristiano como instrumento de bendición.


¿Cuál es la misión de la lengua? Hablar temas que dan gracia a los oyentes, por ejemplo: edificar, llenar necesidades, conocer y dar a conocer, pedir perdón y perdonar, contar lo que Dios ha hecho y comunicar buenos conocimientos. Las palabras han de expresar afecto, ánimo, estímulo, agradecimiento, compromiso, apoyo, sabiduría, entusiasmo, alegrías, sueños y metas. ¡Qué gozo, alegría y apoyo podemos compartir! ¡Qué bendición podemos ser!...



( Pastor Carlos Sandoval )



No hay comentarios: